El mundo se rindió ante el impactante despliegue de música, ritmo y color brasileño en una ceremonia jamás vista.
Río de Janeiro se convirtió anoche en la capital olímpica mostrando el corazón de Brasil, su mezcla de pueblos, culturas, música y sensibilidad.
El legendario estadio Maracaná fue el escenario idóneo para enviar un mensaje de compromiso con el planeta, sellando para siempre su unión con el olimpismo en una ceremonia inaugural cargada de colorido, ingenio y diversidad.
Desde la metáfora del nacimiento de Brasil, pasando por indígenas, el movimiento migratorio de los europeos, esclavos africanos, árabes, japoneses, el aeroplano de Santos Dumont, escuelas de samba, los niños de las favelas y hasta las acrobacias de los practicantes del moderno parkour, tuvieron su cuota de protagonismo en el escenario, precediendo a la entrada de los atletas.
La "garota de Impanema" también estuvo presente en la impactante figura de la supermodelo Gisele Bündchen, quien desfiló, tal vez por última vez, en la pasarela más larga y llena de emoción que jamás haya pisado, al ritmo de la mítica canción interpretada al piano por el nieto de su autor Tom Jobim.
Cada uno de los atletas introdujo una semilla en unos cartuchos de tierra desplegados por todo el escenario, en donde crecerán 207 especies diferentes de las más de 50.000 catalogadas en Brasil.
Más de 20.000 proyectores reflejaron sus imágenes en la gigantesca pantalla de 128 por 68 metros en que se convirtió el césped del Maracaná.
Luego del desfile de los atletas, los discursos protocolares y los juramentos de atletas, jueces y entrenadores, hizo su entrada la antorcha olímpica, llevada en su último recorrido por el exmaratonista Vanderlei Cordeiro de Lima, para encender el pebetero que arderá durante toda la Olimpíada y que para complementar el claro mensaje ecologista de los Juegos, no emite gases tóxicos a la atmósfera.
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